La Pelea

Sol, polvo y mezquites.

A Tito le pareció oír unos silbidos por encima del locutor de la radio que escuchaba en su cuarto,  bajó el volumen y puso atención. Alguien gritaba en la calle de arriba, había que ir. Volvió a subir el volumen y se salió por la parte de atrás de la casa para que su madre no lo viera. Caminó la senda echando vistazos hacia su casa asegurándose de que su madre no lo estuviera buscando.

Llegó hasta la calle por la parte de atrás de la tiendita, se escuchaban los gritos de dos muchachos.

-No seas collón puto.
-Güey, yo te estoy hablando bien.
-Se te hace así- Dijo el Calaca haciendo un movimiento con su mano separando y uniendo las puntas de sus 5 dedos que apuntaban hacia arriba.
-Yo vine a arreglar las cosas, pero como tú veas, nos damos el tiro, tú y yo solos.
-¿Y a quién le chiflabas entonces puto?- Le contestó el Calaca a Pedro. Empezó a caminar hacia él. Pedro dio un paso atrás al ver que el Calaca se le acercaba mientras otro muchacho alto y delgado lo seguía moviéndose un poco más lento.
-De uno por uno Calaca, no seas mariquita.- le gritó Pedro. Mientras se escuchó la ventanilla de la tiendíta rechinar abriéndose lo suficiente como para que la dueña pudiera asomar un ojo para atestiguar lo que sucedía.
-No pues si el Migo no se va a meter ¿verdad que no Migo?.
-Nha - Contestó aquél con una voz suave y haciendo notar con su pronunciación que tenía el paladar demasiado arriba.

El Calaca se acercó a Pedro que lo recibió mostrando su palma con el brazo estirado entre los dos. El Calaca le hizo la mano a un lado violentamente y le acercó la cara al punto donde casi chocan las narices. Se notaba que Pedro no quería pelear; éste era más alto que aquél, pero en este momento su altura parecía una desventaja por alguna razón. El Calaca era más recio y estaba mucho más agresivo. Pedro empujó hacia atrás al Calaca con todas sus fuerzas y silbó lo más fuerte que pudo, el empujón solo permitió al Calaca tomar más impulso para atacar. Como un resorte que se libera saltó hacia Pedro y pronto se encontraban los dos en el piso, en parte, porque Pedro caminó hacia atrás de manera muy torpe.

-¿No que muy vergas puto?- le gritaba el Calaca a Pedro que tenía todo el pelo empolvado al igual que las espaldas de su ropa, el Calaca le había logrado poner una rodilla en el pecho y lo golpeaba desde ahí. Pedro no había podido meter golpe ni una vez. La ventanilla de la tienda se abrió un poco más porque la dueña había perdido angulo de visión. Migo se reía viendo todo, y ocasionalmente miraba a los extremos de la calle porque le ponían nervioso las peleas.

Entonces voló una piedra contra la nuca del Calaca, éste, que había alcanzado a tocarse la cabeza por el dolor se detuvo lo suficiente como para que Pedro empezara a librarse del otro con patadas y rodillazos que tiraba al aire sin mirar. Mucho polvo le había entrado a los ojos y no había notado la razón por la que el Calaca se había detenido. En pocos segundo había llegado Migo con un tabicón de concreto alzado por encima de su cabeza y sujetado con ambas manos, se paró encima del cuerpo del Calaca que se había recostado por completo. Empezó a temblar, todo su cuerpo temblaba. Pedro se puso de pie y no sabía lo que estaba viendo, pero sabía que no se acercaría al muchacho con el tabique en las manos.

 El Calaca dejó de convulsionarse. Aturdido abrió los ojos todo lo que pudo, alcanzó a ver la silueta de un sujeto con un tabique alzado sobre su cabeza y pensó lo peor; trató de levantarse rápidamente para escapar, pero apenas logró apoyar la rodilla en el suelo el mundo se le hizo blanco y se volvió a recostar cerrando los ojos.

Migo alternaba miradas entre Pedro y Tito que ya no se encontraba en una de las esquinas de la tienda sino bien frente a ella, tenía cara de asustado y la respiración muy agitada.
-¡Pélate! - Le gritó Pedro a Tito mientras se limpiaba la sangre con polvo con la manga corta de su playera. Tito no se movía, solo miraba el cuerpo tumbado del Calaca preguntándose si se volvería a levantar.